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jueves, 13 de marzo de 2014

POLÍTICA Y CIUDADANÍA 5º: JOUVENEL

EL MITO DE LA SOLUCIÓN
Bertrand de Jouvenel

                Corrientemente decimos “se trata de un problema político”, pasamos a buscar una “solución” del mismo, y nos quejamos de no haber dado con ella. Este es un modo de hablar tan bien establecido que no puede ser cambiado, ni evitado, pero cuyo carácter desorientador debería ser comprendido.
                La palabra “problema” está llena de recuerdos de nuestra niñez estudiosa, cuando el profesor nos proponía problemas. Concentrábamos nuestra atención para lograr entender los términos del problema, y a continuación nos inclinábamos sobre los pupitres esforzándonos por hallar la solución. […] Y si la solución a la que habíamos llegado era diferente de la del profesor, no se nos pasaba por la imaginación mantener contra viento y marea nuestra solución. […] Percibíamos ahora que esa solución, y sólo esa, satisfacía los términos del problema. […]
                La suposición de que los problemas políticos son de la misma clase que los que nos ponen en el aula, o los que ejercitan las mentes de los geómetras, es optimista en cuanto implica que existe una respuesta correcta para cada uno de estos problemas. […]
Evidentemente estos “problemas” son insolubles. No se trata de un fracaso en el hallazgo de la solución: esta no existe. Cabe considerar los términos de un problema de aula como demandas que cabe satisfacer totalmente por medio de la respuesta correcta. En el caso de los problemas políticos, los términos del problema se contradicen: no existe respuesta que pueda satisfacerlos en su totalidad, no existe solución en el sentido propio de la palabra. […]Lo que caracteriza precisamente a un problema político es que sus términos no admiten “solución” alguna, tal y como han sido planteados. […] Lo que constituye un problema político es la contradicción de términos, esto es, su insolubilidad. […]
Lo que caracteriza a un problema político es que ninguna respuesta conviene a los términos del problema, tal y como han sido planteados. Un problema político no puede ser resuelto: solamente puede ser susceptible de un arreglo, lo cual constituye una cosa totalmente distinta. Entendemos aquí por arreglo cualquier decisión, a la que se llega a través de unos medios cualesquiera, sobre la cuestión que ha suscitado el problema político. Mientras que la solución satisface por definición, todos los términos del problema, el arreglo no alcanza ese resultado. Esto es así por cuanto no hay posibilidad, como sucede con la quiebra, de satisfacer todas las demandas en su totalidad. O bien habrá que rechazar ciertas demandas, o bien habrá que acceder a todas aun cuando sin satisfacerlas plenamente. […]El mejor arreglo, alcanzado por medio de un compromiso, no generará, por consiguiente, esa sensación de placer que acompaña a la solución de un problema.
El mito de la solución entorpece nuestra comprensión de la Política, la cual aparece ante nuestros ojos con más claridad por el reconocimiento de que solo cabe alcanzar arreglos, los cuales son esencialmente precarios. Una solución no crea enemigos, ni exige defensores: cosa que no sucede en el supuesto de un arreglo, cuya permanencia no puede darse por supuesta, y cuyas probabilidades de supervivencia dependen de las fuerzas vivas que trabajen en apoyo del mismo. […]